“Creía estar afuera del asilo. Por el barrio, sano y salvo. Estaba en crisis y veía su propia crisis, como si se desdoblara. Estaba convencido de que las bombas iban a caer sobre el pavimento de la pista de aterrizaje, en Puerto Argentino. Se escondía en cualquier rincón y esperaba alerta a que la niebla se disipara y el sol gobernara las calles. Si pisaba barro, comenzaba a correr sin parar, cientos de metros, haciendo zigzag para enloquecer la mira de los francotiradores”.

En los espacios de nuestra rutina cotidiana siguen activas las dosis de veneno que nos han dado para dejarnos retorcidos de pena, de egoísmo e insensibles. Estos relatos de Guillermo Ferreyro, sin pretender ser un antídoto, buscan estimular la memoria del lector.