“Me preguntó si se veían los huesos. Contesté que ella tenía la ropa puesta, que no podía saberlo. Después me preguntó si había sido yo quien la había mordido. Contesté que no. Después me preguntó si fue un animal. Dije que sí. Aunque yo mismo no estaba muy seguro. Porque cuando Dolores abrió la puerta y cayó, apenas atravesado el umbral, y vi la sangre, y le pregunté qué mierda le había pasado, lo que me contestó, con voz de hoja seca, fue esto:

-Me mordió un tigre”

La tarde bestial de un niño y una niña con su abuelo frente al televisor; un avistador de aves en el bosque lindante a una comunidad japonesa obsesionada con un grupo de chicos que se transparentan en la maleza como figuras religiosas; la historia de una travesti que cuida el estanque de un cocodrilo de cien años moribunda; la convivencia de una muchacha con su abuela en un barrio que ignora permanentemente los límites de la intimidad. Relatos de este tipo, de la mano de Lucas González, componen una colección de cuentos en los que lo salvaje y lo humano de esfuman en el deambular somnoliento de sus personajes por paisajes serenos e imposibles.

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“Me preguntó si se veían los huesos. Contesté que ella tenía la ropa puesta, que no podía saberlo. Después me preguntó si había sido yo quien la había mordido. Contesté que no. Después me preguntó si fue un animal. Dije que sí. Aunque yo mismo no estaba muy seguro. Porque cuando Dolores abrió la puerta y cayó, apenas atravesado el umbral, y vi la sangre, y le pregunté qué mierda le había pasado, lo que me contestó, con voz de hoja seca, fue esto:

-Me mordió un tigre”

La tarde bestial de un niño y una niña con su abuelo frente al televisor; un avistador de aves en el bosque lindante a una comunidad japonesa obsesionada con un grupo de chicos que se transparentan en la maleza como figuras religiosas; la historia de una travesti que cuida el estanque de un cocodrilo de cien años moribunda; la convivencia de una muchacha con su abuela en un barrio que ignora permanentemente los límites de la intimidad. Relatos de este tipo, de la mano de Lucas González, componen una colección de cuentos en los que lo salvaje y lo humano de esfuman en el deambular somnoliento de sus personajes por paisajes serenos e imposibles.