Líneas como culebras, pinceles como perros

Textos sobre arte 1986-2018

Eduardo Stupía



 

¿Cómo se transmite el efecto de una obra? ¿Cómo se salta de un lenguaje a otro? ¿Cómo comunicamos lo que vemos y lo que las obras de arte nos generan? 

Hay veces en que la reunión de textos dispersos es un descubrimiento, provoca un brillo y abre un espacio de algo que parecía no estar ahí. 

El tráfico entre el lenguaje visual y el teórico-literario que Eduardo Stupía ha estado practicando en los más diversos formatos y géneros es como un río amazónico que atraviesa pinturas, películas, libros, publicaciones, proyectos y amistades, y multiplica todas las referencias llevando al límite la voluptuosidad del pensamiento: las obras de Antonio Berni, Luis Felipe Noé, John Berger, Roberto Matta, Héctor Libertella, Xul Solar, Rosana Schoijett, Juan Pablo Renzi y Jorge Macchi –entre otros– llegan, hacen contacto, a través de un pasaje a lo literario que se debate “entre la sustancia envenenada y el pensamiento como antídoto”.

La estructura teórica que sostiene todo ese caudal y su propia producción artística aparecen en conversaciones con otros artistas y teóricos con los que despliega un sistema arborescente de ideas, práctico y perceptivo, que abarca desde el movimiento de la mano hasta una lectura política de la obra como misterio, y que incluye tópicos como el oficio, el arte moderno, la tecnología, las tentaciones del arte contemporáneo y los distintos tipos de espectadores. 

Estos textos han estado filtrándose a lo largo de más de tres décadas y suben ahora a la superficie como una sola fuerza, exuberantes y agudos a la vez, porque Stupía pinta y piensa de la misma manera: “como se debe, con todo el cuerpo”.

 

En 1974, Eduardo Stupía (1951) acude a la Facultad de Filosofía y Letras para anotarse en la carrera de Letras y la encuentra cerrada. No sin cierto desánimo, pocos días después, se decide por su segunda opción e ingresa en la Escuela Nacional de Bellas Manuel Belgrano, en Buenos Aires. 

Desde hace más de tres décadas, expone local e internacionalmente en muestras grupales e individuales, y sus obras integran colecciones privadas y públicas de instituciones como el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), el Museo Nacional de Bellas de Buenos Aires (MNBA), el Museo 

de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO), el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA), el Museo Caraffa, Córdoba; el Círculo de Bellas , Madrid; el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) y el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), entre otros.

Desde 1992 hasta 2011 ejerce la dirección de arte del periódico trimestral Diario de Poesía, y desde 1999 hasta 2009 diseña el arte de tapa de la editorial Adriana Hidalgo. 

Ejerce la docencia en Visuales desde 1986, e integra el Consejo de Dirección de la revista cultural Las ranas.

Respecto de sus textos piensa que, si bien escribir sobre otros colegas no es sino escribir, de un modo u otro, sobre sí mismo, no habría podido concebir ni una sola línea referida a sí mismo que no hubiera surgido de las obras y los conceptos ajenos.

Líneas como culebras, pinceles como perros

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¿Cómo se transmite el efecto de una obra? ¿Cómo se salta de un lenguaje a otro? ¿Cómo comunicamos lo que vemos y lo que las obras de arte nos generan? 

Hay veces en que la reunión de textos dispersos es un descubrimiento, provoca un brillo y abre un espacio de algo que parecía no estar ahí. 

El tráfico entre el lenguaje visual y el teórico-literario que Eduardo Stupía ha estado practicando en los más diversos formatos y géneros es como un río amazónico que atraviesa pinturas, películas, libros, publicaciones, proyectos y amistades, y multiplica todas las referencias llevando al límite la voluptuosidad del pensamiento: las obras de Antonio Berni, Luis Felipe Noé, John Berger, Roberto Matta, Héctor Libertella, Xul Solar, Rosana Schoijett, Juan Pablo Renzi y Jorge Macchi –entre otros– llegan, hacen contacto, a través de un pasaje a lo literario que se debate “entre la sustancia envenenada y el pensamiento como antídoto”.

La estructura teórica que sostiene todo ese caudal y su propia producción artística aparecen en conversaciones con otros artistas y teóricos con los que despliega un sistema arborescente de ideas, práctico y perceptivo, que abarca desde el movimiento de la mano hasta una lectura política de la obra como misterio, y que incluye tópicos como el oficio, el arte moderno, la tecnología, las tentaciones del arte contemporáneo y los distintos tipos de espectadores. 

Estos textos han estado filtrándose a lo largo de más de tres décadas y suben ahora a la superficie como una sola fuerza, exuberantes y agudos a la vez, porque Stupía pinta y piensa de la misma manera: “como se debe, con todo el cuerpo”.

 

En 1974, Eduardo Stupía (1951) acude a la Facultad de Filosofía y Letras para anotarse en la carrera de Letras y la encuentra cerrada. No sin cierto desánimo, pocos días después, se decide por su segunda opción e ingresa en la Escuela Nacional de Bellas Manuel Belgrano, en Buenos Aires. 

Desde hace más de tres décadas, expone local e internacionalmente en muestras grupales e individuales, y sus obras integran colecciones privadas y públicas de instituciones como el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), el Museo Nacional de Bellas de Buenos Aires (MNBA), el Museo 

de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO), el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA), el Museo Caraffa, Córdoba; el Círculo de Bellas , Madrid; el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) y el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), entre otros.

Desde 1992 hasta 2011 ejerce la dirección de arte del periódico trimestral Diario de Poesía, y desde 1999 hasta 2009 diseña el arte de tapa de la editorial Adriana Hidalgo. 

Ejerce la docencia en Visuales desde 1986, e integra el Consejo de Dirección de la revista cultural Las ranas.

Respecto de sus textos piensa que, si bien escribir sobre otros colegas no es sino escribir, de un modo u otro, sobre sí mismo, no habría podido concebir ni una sola línea referida a sí mismo que no hubiera surgido de las obras y los conceptos ajenos.