“La biología no es destino” es una famosa expresión de la segunda ola feminista que pone en primer plano el rechazo a las explicaciones biologicistas y la insistencia en el carácter social de la desigualdad de género. Este lema fue invocado también para afirmar que la teoría feminista ha sido recelosa de la biología entendida como vida y como disciplina que estudia esa vida.
En este libro nos hacemos eco del lema feminista pero no como un modo de alejarnos de las ciencias naturales sino como una invitación a explorar figuras que muestren el carácter contingente y dinámico del cuerpo y la materia.
Ahora bien, si la biología no es destino, creemos que tampoco el discurso lo es. De nada sirve multiplicar las imágenes de lo natural si vamos a seguir pensando que el discurso es solo lo que fija o detiene. Es por esto que entendemos a las ciencias como conocimientos situados: posiciones en debate que se hacen responsables de justificar sus afirmaciones.
Revalorizar las ciencias naturales no implicaría caer en posturas cientificistas como las que defienden los movimientos anti-género o los feminismos transexcluyentes. Tampoco, desentendernos del vínculo entre ciencia, discurso y poder. Proponemos dejar atrás el pensamiento maniqueo y echar un manto de duda sobre cualquier destino, ya sea natural o social.
El discurso no es destino - Debates feministas sobre el cuerpo, la naturaleza y las ciencias
“La biología no es destino” es una famosa expresión de la segunda ola feminista que pone en primer plano el rechazo a las explicaciones biologicistas y la insistencia en el carácter social de la desigualdad de género. Este lema fue invocado también para afirmar que la teoría feminista ha sido recelosa de la biología entendida como vida y como disciplina que estudia esa vida.
En este libro nos hacemos eco del lema feminista pero no como un modo de alejarnos de las ciencias naturales sino como una invitación a explorar figuras que muestren el carácter contingente y dinámico del cuerpo y la materia.
Ahora bien, si la biología no es destino, creemos que tampoco el discurso lo es. De nada sirve multiplicar las imágenes de lo natural si vamos a seguir pensando que el discurso es solo lo que fija o detiene. Es por esto que entendemos a las ciencias como conocimientos situados: posiciones en debate que se hacen responsables de justificar sus afirmaciones.
Revalorizar las ciencias naturales no implicaría caer en posturas cientificistas como las que defienden los movimientos anti-género o los feminismos transexcluyentes. Tampoco, desentendernos del vínculo entre ciencia, discurso y poder. Proponemos dejar atrás el pensamiento maniqueo y echar un manto de duda sobre cualquier destino, ya sea natural o social.
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