"Mi pasión comenzó aquel día. Recuerdo que entonces sentí algo parecido a lo que debe sentir un hombre cuando ingresa a un empleo: ya había dejado de ser simplemente un niño; estaba enamorado. Dije que aquel día comenzó mi pasión; podría agregar que mis sufrimientos también comenzaron aquel mismo día. Padecía en ausencia de Zinaída: nada entraba en mi cabeza, todo se me caía de las manos, días enteros pensaba sin cesar en ella... Padecía... pero en presencia de ella no me sentía mejor. Me ponía celoso, reconocía mi insignificancia, me ofuscaba tontamente y tontamente me arrastraba, y así y todo una fuerza irresistible me atraía hacia ella y cada vez que traspasaba el umbral de su habitación temblaba sin querer de felicidad."

Primer amor narra la historia del joven Voldemar, quien tiene que enfrentarse por primera vez a los embelesos del amor y a los aspectos sombríos que a esos sentimientos suelen corresponderles. A la calidad de la prosa de Turgueniev le hace completa justicia la traducción de Alejandro Ariel González, y la acompañan, además, las hermosas ilustraciones de Aurélie Sánchez.

Primer Amor

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"Mi pasión comenzó aquel día. Recuerdo que entonces sentí algo parecido a lo que debe sentir un hombre cuando ingresa a un empleo: ya había dejado de ser simplemente un niño; estaba enamorado. Dije que aquel día comenzó mi pasión; podría agregar que mis sufrimientos también comenzaron aquel mismo día. Padecía en ausencia de Zinaída: nada entraba en mi cabeza, todo se me caía de las manos, días enteros pensaba sin cesar en ella... Padecía... pero en presencia de ella no me sentía mejor. Me ponía celoso, reconocía mi insignificancia, me ofuscaba tontamente y tontamente me arrastraba, y así y todo una fuerza irresistible me atraía hacia ella y cada vez que traspasaba el umbral de su habitación temblaba sin querer de felicidad."

Primer amor narra la historia del joven Voldemar, quien tiene que enfrentarse por primera vez a los embelesos del amor y a los aspectos sombríos que a esos sentimientos suelen corresponderles. A la calidad de la prosa de Turgueniev le hace completa justicia la traducción de Alejandro Ariel González, y la acompañan, además, las hermosas ilustraciones de Aurélie Sánchez.