¿A qué David Bowie escuchamos cuando escuchamos a David Bowie? ¿A cuál de las criaturas que utilizó para vehiculizar sus fantasías, exponer sus ideas, compartir el desagrado y el dolor por el mundo en el que le/nos tocó vivir, urdir nuevas estéticas…? ¿Detrás de cuál de sus máscaras se esconde mientras lo escuchamos? ¿La de la fantasía espacial de Major Tom, la de la distopía glam de Ziggy Stardust, la del ocultismo fascista de Thin White Duke, la de la espiritualidad mítica de Lazarus…? Juan Rapacioli hurga en las máscaras de Bowie para tratar de desentrañar su misterio, arrojar luz sobre lo oculto, mostrarnos su verdadero rostro. Un rostro multifacético que se expresó mayormente en la creación musical, pero que de ninguna manera obvió las otras . De esa fascinación por los grandes hacedores de la cultura de los últimos cincuenta años hizo un culto. Y de ese culto surgieron algunas de sus frecuentes y cambiantes novedades, marcadas en gran medida por el artificio y la teatralidad. Desde su primera máscara, como actor en un cortometraje, hasta su despedida, un verdadero acto de magia pocos días antes de su muerte. Persona y personaje, Bowie, como muy pocos músicos, como muy pocos artistas, reveló, con y sin máscaras, una serie de desvelos y obsesiones que volcó en su música. En sus canciones de abordaje y resultado dispares, expresó, de mil maneras, temas de trascendencia atemporal y transversalidad universal como la muerte, la soledad, la alienación, dios, el poder, la religión, la espiritualidad, la fama y el anhelo por una forma sensible de conexión humana.

Por qué escuchamos a David Bowie

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¿A qué David Bowie escuchamos cuando escuchamos a David Bowie? ¿A cuál de las criaturas que utilizó para vehiculizar sus fantasías, exponer sus ideas, compartir el desagrado y el dolor por el mundo en el que le/nos tocó vivir, urdir nuevas estéticas…? ¿Detrás de cuál de sus máscaras se esconde mientras lo escuchamos? ¿La de la fantasía espacial de Major Tom, la de la distopía glam de Ziggy Stardust, la del ocultismo fascista de Thin White Duke, la de la espiritualidad mítica de Lazarus…? Juan Rapacioli hurga en las máscaras de Bowie para tratar de desentrañar su misterio, arrojar luz sobre lo oculto, mostrarnos su verdadero rostro. Un rostro multifacético que se expresó mayormente en la creación musical, pero que de ninguna manera obvió las otras . De esa fascinación por los grandes hacedores de la cultura de los últimos cincuenta años hizo un culto. Y de ese culto surgieron algunas de sus frecuentes y cambiantes novedades, marcadas en gran medida por el artificio y la teatralidad. Desde su primera máscara, como actor en un cortometraje, hasta su despedida, un verdadero acto de magia pocos días antes de su muerte. Persona y personaje, Bowie, como muy pocos músicos, como muy pocos artistas, reveló, con y sin máscaras, una serie de desvelos y obsesiones que volcó en su música. En sus canciones de abordaje y resultado dispares, expresó, de mil maneras, temas de trascendencia atemporal y transversalidad universal como la muerte, la soledad, la alienación, dios, el poder, la religión, la espiritualidad, la fama y el anhelo por una forma sensible de conexión humana.