"Una profesora, Gabriela, llega al pueblo chubutense de José de San Martín para dictar matemáticas en un secundario. Poco a poco va descubriendo que llega a un desierto en cuyo territorio las relaciones humanas están poseídas por una aridez interior difícil de soportar, una aspereza que maloculta una violencia individual y social casi siempre al borde del estallido.
Son los años de la última dictadura militar, pero Gabriela no es una militante, ni está en contacto directo con aquella voluntad, ya ausente en esos territorios desolados de la Patagonia; pero sobrevive el clima casi irrespirable, la forma de rivalizar, la brusquedad, la competencia sin códigos.
Gabriela es como la mayoría silenciosa a la cual pertenece.
Es ingenua, viene de otro pueblo, estuvo dedicada a sus estudios, carece de experiencia. Alguien oscuramente informada.
Esto es casi una singularidad de Pequeños hombres blancos: los años de plomo han sido narrados en general en sus momentos extremos; pero la atmósfera de opresión y terror abarcó de manera imprecisa a toda la sociedad y esta novela pone en escena ese contacto diario y borroneado que agobiaba a todas las personas por igual, con el brumoso y difuso sufrimiento de quienes no fueron el blanco específico ni las víctimas directas.
Patricia Ratto encuentra en su primera novela una manera de contar que pone al lector en contacto con las circunstancias de su narración, casi sin interferencias. Pequeños hombres blancos -una expresión mapuche- es una novela de voces casuales."

Pequeños hombres blancos

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"Una profesora, Gabriela, llega al pueblo chubutense de José de San Martín para dictar matemáticas en un secundario. Poco a poco va descubriendo que llega a un desierto en cuyo territorio las relaciones humanas están poseídas por una aridez interior difícil de soportar, una aspereza que maloculta una violencia individual y social casi siempre al borde del estallido.
Son los años de la última dictadura militar, pero Gabriela no es una militante, ni está en contacto directo con aquella voluntad, ya ausente en esos territorios desolados de la Patagonia; pero sobrevive el clima casi irrespirable, la forma de rivalizar, la brusquedad, la competencia sin códigos.
Gabriela es como la mayoría silenciosa a la cual pertenece.
Es ingenua, viene de otro pueblo, estuvo dedicada a sus estudios, carece de experiencia. Alguien oscuramente informada.
Esto es casi una singularidad de Pequeños hombres blancos: los años de plomo han sido narrados en general en sus momentos extremos; pero la atmósfera de opresión y terror abarcó de manera imprecisa a toda la sociedad y esta novela pone en escena ese contacto diario y borroneado que agobiaba a todas las personas por igual, con el brumoso y difuso sufrimiento de quienes no fueron el blanco específico ni las víctimas directas.
Patricia Ratto encuentra en su primera novela una manera de contar que pone al lector en contacto con las circunstancias de su narración, casi sin interferencias. Pequeños hombres blancos -una expresión mapuche- es una novela de voces casuales."