“No hacía falta romperlo todo para salir, de Male/Angie Varade, es un ensayo poético sobre el amor. Un ensayo escrito con barro, con sangre, con saliva, con lágrimas, como se escriben los libros de poemas. No un ensayo académico, sino el que puede escribir quien estuvo en la arena, en la pista, bailando y luchando con los mandatos acerca de cómo amar, de a quién amar, de por qué y para qué amar, y -al mismo tiempo- con el propio deseo que desconoce la respuesta a esas preguntas y aun así se lanza (valiente, despojado) a la tarea que le toca. Baila Male, baila Angie en ese estrecho y peligroso margen entre mandato y deseo, y las palabras bailan con elle. Fulguran, intensas, llenas de vida, en el aire, caen a la tierra, causan una estampida. No son mansas estas palabras. Son intensas, desacatadas. Quien siente intensamente dice intensamente, y para decir intensamente es necesario tratar cada palabra con cuidado, como si fuera una granada a punto de estallar. Quitarle su poder de destruirlo todo -porque eso haría volar por el aire al poema- sin quitarle la potencia -porque eso haría languidecer al poema hasta matarlo-. Sabe Male, hacer caminar cada palabra sobre ese fino hilo sin que caigan. Sabe rondar el terreno de los lugares comunes del poema de amor sin nunca pisarlo, contando una historia propia con palabras propias, palabras desconsoladas y furiosas, incendiarias. Sabe -y ese es el corazón de este libro- cuándo es momento de irse con el pecho casi intacto y/las piernas aún en marcha, de irse caliente con el pecho hacia ese canto de birra fría y cumbia/en manos de mis amigas y dejar ir a quien se ama con el pecho casi intacto hacia su propio canto, una vez completada la travesía que parte del amor y llega al amor, a un amor que ya no tiene fecha de vencimiento, que ya atravesó la compulsión de poseer,la necesidad de dañar, que es libre al fin para ser feliz con lo tanto que nos dimos y/nos sacamos/con lo mucho que te ví una tarde como cualquiera/llenas las dos de pelo de perro y pasto y/partidas de metegol./Ahora/no quiero más que eso/tu carcajada por sobre los jugadores de metal/tu grito desaforado /y la gente/mirándote como si estuvieras loca. Un amor que no desea la herida propia ni la ajena, que no quiere romperlo todo para salir, sino simplemente abrir la mano y dejar que lo amado se desprenda sin dolor, sin dramas ni épicas, porque el cuidado y la empatía no son épicos, son apenas revolucionarios, y se dicen en palabras sencillas y hermosas, en un deseo: Andá demente, reíte mucho,/sé muy feliz.”

Claudia Masin

NO HACÍA FALTA ROMPERLO TODO PARA SALIR

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“No hacía falta romperlo todo para salir, de Male/Angie Varade, es un ensayo poético sobre el amor. Un ensayo escrito con barro, con sangre, con saliva, con lágrimas, como se escriben los libros de poemas. No un ensayo académico, sino el que puede escribir quien estuvo en la arena, en la pista, bailando y luchando con los mandatos acerca de cómo amar, de a quién amar, de por qué y para qué amar, y -al mismo tiempo- con el propio deseo que desconoce la respuesta a esas preguntas y aun así se lanza (valiente, despojado) a la tarea que le toca. Baila Male, baila Angie en ese estrecho y peligroso margen entre mandato y deseo, y las palabras bailan con elle. Fulguran, intensas, llenas de vida, en el aire, caen a la tierra, causan una estampida. No son mansas estas palabras. Son intensas, desacatadas. Quien siente intensamente dice intensamente, y para decir intensamente es necesario tratar cada palabra con cuidado, como si fuera una granada a punto de estallar. Quitarle su poder de destruirlo todo -porque eso haría volar por el aire al poema- sin quitarle la potencia -porque eso haría languidecer al poema hasta matarlo-. Sabe Male, hacer caminar cada palabra sobre ese fino hilo sin que caigan. Sabe rondar el terreno de los lugares comunes del poema de amor sin nunca pisarlo, contando una historia propia con palabras propias, palabras desconsoladas y furiosas, incendiarias. Sabe -y ese es el corazón de este libro- cuándo es momento de irse con el pecho casi intacto y/las piernas aún en marcha, de irse caliente con el pecho hacia ese canto de birra fría y cumbia/en manos de mis amigas y dejar ir a quien se ama con el pecho casi intacto hacia su propio canto, una vez completada la travesía que parte del amor y llega al amor, a un amor que ya no tiene fecha de vencimiento, que ya atravesó la compulsión de poseer,la necesidad de dañar, que es libre al fin para ser feliz con lo tanto que nos dimos y/nos sacamos/con lo mucho que te ví una tarde como cualquiera/llenas las dos de pelo de perro y pasto y/partidas de metegol./Ahora/no quiero más que eso/tu carcajada por sobre los jugadores de metal/tu grito desaforado /y la gente/mirándote como si estuvieras loca. Un amor que no desea la herida propia ni la ajena, que no quiere romperlo todo para salir, sino simplemente abrir la mano y dejar que lo amado se desprenda sin dolor, sin dramas ni épicas, porque el cuidado y la empatía no son épicos, son apenas revolucionarios, y se dicen en palabras sencillas y hermosas, en un deseo: Andá demente, reíte mucho,/sé muy feliz.”

Claudia Masin