«La señorita Sonia se entusiasma en la semioscuridad del compartimento de un tren de larga distancia con el espléndido capitán de húsares que la conduce (¿la conduce?) a los placeres del diálogo filosófico y de la perversión. Como en otras novelas escritas por mujeres, el eco de Sherezade está siempre presente y quien narra la historia tiene el lugar decisivo: ajena a las precauciones restrictivas de la literatura moderna, la narradora analiza las pasiones, sabe todo sobre todos y se desplaza con malicia por la superficie del relato; exterior a la trama, la ilumina con su intrigante ironía. Sería exagerado decir que esta novela inaugura la literatura erótica en Argentina; en realidad sólo actualiza entre nosotros una narrativa que hace de la sabiduría y el goce de la mujer su tema central.»

Del prólogo de Ricardo Piglia

La educación sentimental de la señorita Sonia

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«La señorita Sonia se entusiasma en la semioscuridad del compartimento de un tren de larga distancia con el espléndido capitán de húsares que la conduce (¿la conduce?) a los placeres del diálogo filosófico y de la perversión. Como en otras novelas escritas por mujeres, el eco de Sherezade está siempre presente y quien narra la historia tiene el lugar decisivo: ajena a las precauciones restrictivas de la literatura moderna, la narradora analiza las pasiones, sabe todo sobre todos y se desplaza con malicia por la superficie del relato; exterior a la trama, la ilumina con su intrigante ironía. Sería exagerado decir que esta novela inaugura la literatura erótica en Argentina; en realidad sólo actualiza entre nosotros una narrativa que hace de la sabiduría y el goce de la mujer su tema central.»

Del prólogo de Ricardo Piglia