Un pato militante comunista percibe que su sueño revolucionario es cada vez más difícil, entonces se dedica a vender cepillos puerta a puerta para seducir a las esposas de los burgueses y convertirse en un amante desaforado. A Saubón –nombre del protagonista- lo perturba su origen: Sería el fruto culpable de la relación de un ama de casa y un ganso. Bajo estas premisas salió publicado por primera vez en la revista Fierro (primera época) en diciembre del año ‘89 en blanco y negro. El trabajo se editó en Francia con el nombre “El pato que amaba las gallinas”- a todo color- por Albin Michel en el 2000 y ganó el premio a la mejor obra extranjera en la edición 2001 del Festival de Angouleme. Una historieta que según su autor “Si le tapás los dibujos es como una novela de Chandler marxista, de tono existencial y confesional.” La anécdota –por momentos desgarradora con connotaciones sociales- transita la ironía con la elegancia de un autor exquisito como Carlos Nine que aunque con su trazo personal e inconfundible -al mismo tiempo- homenajea al Krazy Kat de George Herriman en la paleta de colores y su narrativa.
El patito Saubon
Un pato militante comunista percibe que su sueño revolucionario es cada vez más difícil, entonces se dedica a vender cepillos puerta a puerta para seducir a las esposas de los burgueses y convertirse en un amante desaforado. A Saubón –nombre del protagonista- lo perturba su origen: Sería el fruto culpable de la relación de un ama de casa y un ganso. Bajo estas premisas salió publicado por primera vez en la revista Fierro (primera época) en diciembre del año ‘89 en blanco y negro. El trabajo se editó en Francia con el nombre “El pato que amaba las gallinas”- a todo color- por Albin Michel en el 2000 y ganó el premio a la mejor obra extranjera en la edición 2001 del Festival de Angouleme. Una historieta que según su autor “Si le tapás los dibujos es como una novela de Chandler marxista, de tono existencial y confesional.” La anécdota –por momentos desgarradora con connotaciones sociales- transita la ironía con la elegancia de un autor exquisito como Carlos Nine que aunque con su trazo personal e inconfundible -al mismo tiempo- homenajea al Krazy Kat de George Herriman en la paleta de colores y su narrativa.
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