“El primer cuento infantil que escuché en mi vida fue el de Las Zapatillas Rojas, una historia de Hans Christian Andersen en la que una niña es condenada a bailar hasta morir por llevar zapatos de fiesta a la iglesia. Después vinieron la Sirenita, en la versión original, en la que una sirena muere al no lograr ser amada, a pesar de todos los sacrificios que hace para que el príncipe la quiera, la Cenicienta, tan linda y tan buena que se dejaba maltratar en silencio, y un Barba Azul que mataba a las esposas curiosas.
No había princesas que se parecieran a mí, en nada. En mi formación docente me dijeron que hay cosas que es mejor no decirles a las infancias. El silencio, otra vez, como respuesta a las preguntas. ¿Y si no quiero ser princesa? ¿Y si no me sale ser príncipe valiente? ¿Y si me enamoro del dragón? ¿O de la dragona?”

Cecilia Solá

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“El primer cuento infantil que escuché en mi vida fue el de Las Zapatillas Rojas, una historia de Hans Christian Andersen en la que una niña es condenada a bailar hasta morir por llevar zapatos de fiesta a la iglesia. Después vinieron la Sirenita, en la versión original, en la que una sirena muere al no lograr ser amada, a pesar de todos los sacrificios que hace para que el príncipe la quiera, la Cenicienta, tan linda y tan buena que se dejaba maltratar en silencio, y un Barba Azul que mataba a las esposas curiosas.
No había princesas que se parecieran a mí, en nada. En mi formación docente me dijeron que hay cosas que es mejor no decirles a las infancias. El silencio, otra vez, como respuesta a las preguntas. ¿Y si no quiero ser princesa? ¿Y si no me sale ser príncipe valiente? ¿Y si me enamoro del dragón? ¿O de la dragona?”

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