A partir de las voces de tres personajes —Félix Gauna, Atalita Pons y la anciana Mimaya—, Elvira Orphée desarrolla una compleja historia de amor y odio entre dos adolescentes un tanto frágiles y demasiado sediciosos como para entender de qué se trata aquello que sienten.

Signada por la rebeldía, esta relación improbable desentona con el molde social de una ciudad de provincia que esconde secretos pacatos y los diluye en su propio ambiente. Ese «aire tan dulce» contiene una clave de lo fantástico en la novela, y es a la vez una alusión a la atmósfera impregnada por el aroma de la zafra y a cierta esencia que cala a las personas —al decir de Orphée, «una esencia que se impone desde la infancia»—. Recortados contra este marco Félix y Atala se vuelven, cada uno a su manera, sujetos incómodos.


Aire tan dulce, publicada originalmente en 1966, se construye a la manera de un cuadro cubista o futurista, como un habilidoso facetado que resulta de la adición de los tres puntos de vista desde los que está narrada, creando una urdimbre de sostén en la que estilo y argumento —como en todas las grandes novelas— se tornan inseparables.

 

 

*

Elvira Orphée

Bajo la luna

 

Aire tan dulce

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A partir de las voces de tres personajes —Félix Gauna, Atalita Pons y la anciana Mimaya—, Elvira Orphée desarrolla una compleja historia de amor y odio entre dos adolescentes un tanto frágiles y demasiado sediciosos como para entender de qué se trata aquello que sienten.

Signada por la rebeldía, esta relación improbable desentona con el molde social de una ciudad de provincia que esconde secretos pacatos y los diluye en su propio ambiente. Ese «aire tan dulce» contiene una clave de lo fantástico en la novela, y es a la vez una alusión a la atmósfera impregnada por el aroma de la zafra y a cierta esencia que cala a las personas —al decir de Orphée, «una esencia que se impone desde la infancia»—. Recortados contra este marco Félix y Atala se vuelven, cada uno a su manera, sujetos incómodos.


Aire tan dulce, publicada originalmente en 1966, se construye a la manera de un cuadro cubista o futurista, como un habilidoso facetado que resulta de la adición de los tres puntos de vista desde los que está narrada, creando una urdimbre de sostén en la que estilo y argumento —como en todas las grandes novelas— se tornan inseparables.

 

 

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